Éramos tan artistas que daba asco.
Ajenos completamente al mundo engullíamos arte día tras día como yonquis,
transformados a estas alturas en insensibles fantasmas.
Ya nada nos conmovía y nos regodeábamos en nosotros mismos
y nuestras miserias, aburridos y caprichosos. La vida de los impostores.
Éramos tan artistas que daba asco.
Pero ya nada importa, pues su rostro lo he perdido.
Podéis ver "Los desórdenes sentimentales" AQUÍ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario